Matías Fernández se resintió del tobillo, y Claudio Borghi estuvo a segundos de sacarlo de la cancha. El "Mati" dijo que no, y abrió la cuenta para la "Roja".
Matías Fernández corre por la pelota hacia la banda izquierda del ataque de Chile. La controla, gira y pisa mal. Su cara muestra una mueca de dolor, mientras la mirada de todos los hinchas se paraliza por un segundo.
En Chile temen lo peor. El volante del Sporting de Lisboa, que estaba haciendo un gran partido en el segundo tiempo, girando siempre antes que su marcador y pidiendo todas las pelotas, aparentemente se había lesionado.
Sale de la cancha, lo atienden y la cosa no pinta bien. Ahí, Claudio Borghi decide mandar a la cancha a Sebastián Pinto. "Dile a Alexis que tome el lugar de Matías", le dice el "Pillo" Vera a Pinto antes de entrar.
El ariete del Bursaspor turco está listo. Pero detienen el cambio. Matías dice que puede seguir. Y para demostrarlo se manda un pique corto en la mitad de la cancha, apilando rivales. Era la señal que se esperaba.
Entonces, el cambio se hizo por un ofuscado "Chupete" Suazo. Y fue lo correcto. Porque "Matigol" tenía guardado el primer grito de la "Roja" en Puerto La Cruz, que anímicamente sentenció el partido y le dio al resto de sus compañeros el empujón necesario para ir a buscar el segundo gol, que llegaría en los pies de Charles Aránguiz. De haber salido, la historia hubiese sido distinta.
"¡Siempre pasa algo, Matías!", le gritó una vez Bielsa al volante cuando era atendido al costado de la cancha. Un grito que, esta noche, terminó en la garganta del "Pelusa".
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